Raffael (Raffaelo Santi, 1483-1520): La transfiguración de Cristo. Museos Vaticanos, Roma
Según recientes valoraciones existen en España de 200.000 a 400.000 enfermos epilépticos, de los cuales más de la mitad son menores de 20 años. En la época del Renacimiento esta enfermedad estaba tan extendida como ahora, si bien en aquellos tiempos no se diferenciaba exactamente entre posesión, peste y epilepsia. El Renacimiento vió al hombre, incluido armoniosamente en el cosmos, como medida de todas las cosas, por eso ante aquello que parecía anormal o fantástico la reacción era de un absoluto desconcierto, buscando para ello explicaciones extraterrenales. La epilepsia fue también en la época medieval cristiana, al igual que antes en la Antigüedad, una enfermedad "antinatural, secreta y extraterrenal".
La pintura más famosa de un enfermo epiléptico, se encuentra en Rafael. El último cuadro de Rafael, la Transfiguración, está dividido en dos partes: la parte superior muestra la transfiguración de Cristo, la inferior, muestra la curación del muchacho "lunático" (epiléptico) (más exactamente, la escena inmediatamente anterior), que en los Evangelios de los Sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) sigue inmediatamente a la descripción de la transfiguración.
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El cuadro, sin terminar, de Rafael tiene, en la mitad inferior, el siguiente texto bíblico (Mt 17,14):
"Llegado al lugar donde le aguardaban las gentes, vino un hombre, e hincando las rodillas ante él, le dijo: "Señor, ten compasión de mi hijo, porque es lunático, y padece mucho: pues cae en el fuego, o en el agua muy a menudo. Ya lo he presentado a tus discípulos, pero no han podido curarle."
Entonces dijo Jesús: ¡Oh generación incrédula y necia! ¿hasta cuándo he de vivir con vosotros? ¿hasta cuándo habré de sufriros? Traédmelo acá. Entonces Jesús amenazó al demonio. El demonio salió del muchacho y éste quedó curado desde aquel momento.
La escena representada muestra como el padre (lleno de esperanza, por eso lleva la túnica pintada de verde), trae a su hijo ante los discípulos. En el momento captado en el cuadro refleja la crisis epiléptica que está sufriendo el muchacho: parece que no puede mantener la postura y por eso tiene que ser sostenido por el padre. Durante la crisis las extremidades del muchacho están rígidas (tónicas) y contraidas, la boca está ligeramente abierta, los labios azulados, los ojos fijos y en posición bizca. Se trata ciertamente de una de esas crisis, que empujan al "lunático", si éste no se encuentra bajo el cuidado de los suyos, "al fuego o al agua".
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Cristo sana al muchacho, expulsando al demonio de la enfermedad. Este pasaje de la Biblia fue una de las causas principales, para que la Edad Media cristiana viera la epilepsia como una enfermedad originada por demonios; esta idea contribuyó de forma decisiva a la denominación de la epilepsia en aquella época: como "morbus daemonicus" (enfermedad demoníaca).
Los intérpretes de esta obra maestra han apuntado reiteradamente hacia el contenido simbólico de la temática representada: Ellos no ven en la representación simultánea de la Transfiguración de Cristo y la curación del muchacho epiléptico ninguna casualidad, sino una relación establecida consciente entre el Cristo transfigurado y el muchacho epiléptico; una congruencia simbólica entre el Cristo crucificado y después resucitado, y el epiléptico desplomándose al suelo en un ataque, como si estuviera muerto y después "resucitado".
En este contexto es digno señalar, que en el cuadro de Rafael el único enlace entre ambas escenas, es el muchacho "lunático", siendo éste el único de las muchas personas de la parte inferior del cuadro, que se dirige hacia el Cristo transfigurado de la parte superiorEn este contexto es digno señalar, que en el cuadro de Rafael el único enlace entre ambas escenas, es el muchacho "lunático", siendo éste el único de las muchas personas de la parte inferior del cuadro, que se dirige hacia el Cristo transfigurado de la parte superior.
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